La mano está en mi espalda, dura solo un segundo pero
se siente como toda una vida, ese segundo me ha llevado al pasado, a un lugar
que a veces me viene a la memoria pero que no quisiera que volviera más.
Corro pero se que no hay salida, me refugio en una
habitación, ya se que estoy perdida, cierro los ojos y siento como soy
arrastrada a la cama, desnuda y atada boca abajo, no tengo más control de mis
manos ni de mis pies. Además la habitación no está sola, hay espectadores,
están drogados todos, tal vez ni si quiera lo recuerden, tal vez ni si quiera
sean consientes de lo que está sucediendo. Una sucia mano ha decidido tocar mi
espalda, caminan dedos lentamente por toda mi columna vertebral hasta llegar al
cuello y detenerse en mis orejas, mi única ropa son los zarcillos que llevo
puestos, el lo sabe y como perro que huele el miedo, como ladrón que deja su
marca, como persona que no se va con las manos vacías sino que se lleva algo
acerca su mano a mi oreja y casi la mitad de su cuerpo lo acompaña, me uno de
los zarcillos de la oreja. “No voy a violarte” dice en un tono de burla, no
miente, pero en cierta forma ya lo ha hecho porque a partir de este momento mi
vida ha quedado marcada. Pasa sus manos un par de veces más y coloca una sábana
sobre mi cuerpo, no quiere que vea como se llevan todo lo que hay en este
lugar, como se lleva bienes materiales, como se lleva la tranquilidad, la paz
pero sobre todo como se lleva mi intimidad. Mi futuro ahora está cambiado, mi
persona, mi existencia no es la que era. Se qué existen peores casos en el
mundo, pero para mí que no tolero un solo roce en el cuerpo, se ha convertido
en lo que definirá toda mi existencia.
No puedo contenerlo, mi cuerpo sufre un ligero
espasmo causado por el recuerdo, quiero no traerlo más a la mente pero está
ahí, tan claro como el agua, tan nítido como si hubiese sucedido apenas ayer a
pesar que fue hace ya muchos años. La terapia ha logrado avances pero no es un
lavado de cerebro, el pasado sigue ahí volviendo de vez en cuando persiguiéndome.
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